Nuestro siguiente destino fue Japón, volamos directo a la ciudad de Nagoya. La primera impresión fue que Japón es un país limpio y ordenado al estilo de Suiza. La segunda impresión fue que este lugar es la meca del consumismo, empezando por maquinas expendedoras en casi cada esquina, pasando por kilométricos pasajes subterráneos que llegan a las estaciones de metro y que están cargaditos de tiendas y restaurantes, hasta llegar a centros comerciales de múltiples plantas por todos lados.
La tercera impresión fue un sentimiento terrible de analfabetismo, no ya el no poder entender el idioma que habla la gente (cabe mencionar que en Japón prácticamente nadie habla inglés), sino el ser incapaz de leer cualquier letrero, por más que diga “no pase, peligro de muerte” con letras grandes y rojas.
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