miércoles, 31 de diciembre de 2014

Isla de Phu

Aterrizar en el pequeño aeropuerto de Sân bay había sido como transportarnos hacia el verano en un rápido  viaje en el tiempo. Con una sola pista para aviones de hélice este recinto recibe unos pocos vuelos diarios de las compañias Vietnam Airlines y Air Mekong. La entrada al archipiélago fue espectacular; un sol radiante iluminaba las transparentes aguas y dejaba al descubierto el tupido bosque que cubre el interior de la isla.

Prácticamente a pie de pista nos esperaba un empleado del hotel donde nos alojaríamos durante los siguientes cuatro días. La mayoría de los alojamientos de Phu Quoc se encuentran en la playa denominada Long Beach en la zona este de la isla. En el resto de playas, mucho menos concurridas, también se pueden encontrar algunos resorts de cierto lujo, pero es en Long Beach donde la oferta es más amplia y se pueden encontrar opciones para todos los bolsillos. Desde luego no es la playa más bonita, pero es bastante tranquila y nosostros lo elegimos como base para explorar el resto de la isla en moto.

En el aeropuerto tuvimos la sorpresa de conocer a Diego, un joven arquitecto español trabajando en Pekín que se uniría a nuestra expedición durante las siguientes dos jornadas. Con el equipaje en la cabaña y el bañador y las chanclas en ristre había llegado el momento de tomarle el pulso a la isla. Lo primero fue orientarnos para saber dónde y cómo encontrar las cosas. Algo que no resulta difícil ya que es un lugar muy pequeño. En una hora ya teníamos motos alquiladas, el buceo del día siguiente apalabrado y las indicaciones de un simpático gabacho para llegar a una de las playas del norte. Y allí que nos fuimos.








lunes, 29 de diciembre de 2014

Cartas desde Tailandia

Hace tan sólo seis días que llegué al aeropuerto de Phuket directamente desde Tokio, pero parece que la densidad con la que estoy viviendo este viaje no me ha dado un respiro hasta este mismo instante. Ahora, tumbado en mi cama improvisada en el pequeño pueblo de Khao Lak, con música tranquila de fondo, parece que se antoja hasta sencillo hacer balance de estos primeros momentos de aventura. Estos parones son vitales para fortalecer la marcha.

Aunque mi viaje estaba diseñado en solitario en sus comienzos, la realidad se encargó de recordarme por mensaje que los planes están para cambiarlos, y que los giros en ruta son de un vértigo que encandila. En la increíble casa del Tío Gurdi me he sentido como en la mía propia, compartiendo momentos y vidas nuevas con gente variopinta que te obliga a desenfocar tus puntos de vista para adaptarlos a la luz con las que ellos enfocan los suyos. Nunca dejes de conocer a personas que piensan diferente, tienen mucho más que mostrarte que las que te dan la razón sin cuestionarte.

Total que estos días pasaron muy a gustico entre baños, playas, cervezas, comida tailandesa y salidas nocturnas que se hacían de día sin que pudiéramos hacer nada por evitarlo. Viajar así; despacico, hace que entres en un estado de relajación en el que las cosas normales poco importan, y la preocupación más importante del día suele ser la terrible decisión sobre dónde se cena esta noche. Por cierto que hoy aún no lo tenemos claro, y ya son las tres y sereno. Hay que ponerse las pilas señora.



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viernes, 26 de diciembre de 2014

Los monos de Nagano, el parque de Jigokudani

Es seguro que ojeando cualquier publicación sobre turismo en Japón hayáis dado con alguna foto de estos simpáticos monos de cara roja. Es una de las imágenes que la oficina de turismo nacional utiliza como reclamo para atraer visitantes al país. Curiosamente en esa institución saben que el asunto funciona pero no saben de dónde vienen ese éxito, y actualmente investigan por qué estos macacos bañándose en agua caliente parecen tan atractivos para los extranjeros y de dónde viene su fama, cuando además no es un lugar muy conocido para los propios japoneses. Todo esto podría habérmelo inventado, pero en realidad me lo contó Yusuke, un chico que conocí en mi visita a Jigokudani en la atrapada invernal de hace unos meses.

El sitio no es que sea de los más accesible, pero me parece un lugar ideal para pasar unos días de invierno alejado de todo y precisamente el que no sea sencillo llegar (y que no muchos japoneses lo visitan) lo convierte en un remanso de tranquilidad. Para llegar desde Tokio cogí un shinkanshen hasta Nagano (1 hora y media) y alli hice transbordo para coger la línea Nagano Dentetsu (también conocida como Snow Monkey Express) y alcanzar en 45 minutos más el pequeño pueblo de Yudanaka, el área habitada más cercana al parque de Jigokudani.

Yo opté por quedarme dos noches allí porque, entre otras cosas, iba no sólo a ver monos sino a relajarme del bullicio tokiota y a leer un libro que hacía tiempo tenía pendiente: El haiku de las palabras perdidas (del que ya os hablé aquí). El pueblo dispone de una veintena de alojamientos de todos los precios, pero de los dos que yo probé os recomiendo el ryokan Yudanaka Seifuso, que regenta una anciana y amable pareja que me hicieron sentir como en casa. Por la mañana ellos mismos me dejaron calzado especial (son necesarias botas de montaña porque hay mucha nieve) y me acompañaron hasta la entrada del parque (también se puede llegar en bus). Es posible también dormir en el propio parque, pero la zona está bastante aislada de todo y los hoteles son caros y no están demasiado bien conservados.



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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Nichitsu, el pueblo fantasma

Asomaba tímido el verano cuando recibimos la invitación por correo de Pablo para una misteriosa excursión. Iríamos a pasar al día a Nichitsu, una pequeña ciudad enclavada a las faldas de una mina que dijo basta allá por los años ochenta. Los que allí trabajan emigraron hacia tierras más prósperas dejando atrás sus casas y sus recuerdos intactos. Pues bien, la idea era adentrarnos en aquel poblado abandonado para hacer algunas fotos en un arte que algunos han acertado a llamar Haikyo (廃墟). A nuestra llegada fuimos avisados de que no éramos bienvenidos a cruzar el umbral, ofensa a la que nuestra representante Nerea respondió como sigue.

Detrás de lo prohibido nos esperaba un pueblo lleno de viviendas donde el paso del tiempo había desgastado muchos de los materiales, pero donde sorprendentemente otras cosas permanecían en un estado muy bueno, dando la sensación de que pocos habían pasado por allí antes que nosotros.

Entre suelos podridos que crujían bajo mis pasos me peleaba yo por hacer alguna foto decente con la cámara que un día fue de Oskar. No pasaba excesivo miedo por aquello de la protección del grupo, pero en cuanto me ponía a investigar un poco a mi bola y me perdía por las estancias de algún edificio la cosa cambiaba, y ante el primer ruido extraño buscaba como un cachorro el amparo de la manada para escapar de mis temores infundados. Lo que uno no espera, desde luego, es que en un sitio abandonado durante treinta años, al coger el teléfono, siga dando línea.



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lunes, 22 de diciembre de 2014

Okinawa

La isla de Okinawa pertenece al archipiélago de RyuKyu, siendo ésta la isla más grande y extensa del mismo, y donde se sitúa además la capital de la prefectura de Okinawa: Naha. Esta región es la que se encuentra más al sur de Japón y, dada su mayor proximidad al trópico, tiene un clima muy suave que mantiene la temperatura de la zona a unos 20 grados de media durante todo el año. Muy cerca de aquí es donde se encuentran las Islas Senkaku (para los chinos Diaoyu), por la que Japón y China mantienen una fuerte tensión territorial y diplomática en las últimas semanas.

Con toda esa información a nuestra disposición y con la amable invitación de Alain a invadir su hogar (con lo que ni siquiera teníamos que buscarnos un buen hotel japonés), decidimos que era el lugar perfecto para darle caza a un verano que se nos escapaba de las manos con la traicionera ayuda de la venida de octubre. Así, el tío Rodri y el que narra trazamos una hoja de ruta casi perfecta a la que más tarde se agregarían Carlos y Pablo para cerrar un equipo que todavía no había hecho historia.

Porque deberiáis saber que Okinawa tiene varias cosas que saltan a la vista. Por todas los rincones puedes encontrar playas preciosas, simpáticos okinawenses u okinaweños, militares americanos gigantes tatuados (que viven en las inmensas bases que Estados Unidos mantiene aquí desde la Segunda Guerra Mundial) y Awamori; la bebida local, que está fuerte como un diablo y es más peligrosa que Ikusuki con un iPhone nuevo subido en moto por Shibuya.






viernes, 19 de diciembre de 2014

De sensaciones y vuelta a la calma

Las últimas dos semanas han dado para más de lo que sus catorce días nos prometieron. Ha sido un tiempo de trabajo duro, pero también de disfrute en estado puro y, aunque parezca mentira, de cierta dosis de reflexión. El pre-viaje Albacete-Japón Express 2.0 estuvo marcado por tensiones y nervios propios del asunto. Todo tenía que estar listo, hilado al milímetro, porque yo hubiera sido el primero que no me hubiera perdonado que fuera de otra forma

Llegaron a Tokio en una noche de viernes, y mi primer objetivo fue siempre medir cuales eran las fuerzas del equipo. No tardarían en recuperar la sonrisa tras las interminables horas de vuelo, y después de acomodarnos en el hotel, decidí llevármelos a cenar a Kabukicho, en el barrio de Shinjuku. Entre propios y adoptados éramos 35 los que necesitábamos que nos dieran de jalar esa noche, cosa que sorprendentemente conseguimos en pocos minutos. Unas pocas cervezas, izakaya y dormir dos horas fue todo lo que pudimos hacer aquella noche antes de partir hacia nuestro siguiente destino: Kioto.

Nuestra llegada a la antigua capital japonesa no significaba que había llegado el momento del ansiado descanso. Nada más lejos. Dejamos las maletas en nuestro hotel cápsula y nos fuimos con las mismas a recorrer la ciudad. Se cumplían 24 horas desde que habían aterrizado en Japón y teníamos la sensación de que habían llegado en enero. Tras la visita, nos dimos 45 minutos de respiro y quedamos para salir a cenar. Y como esta gente no tenía hartura, pues la cosa acabó de copas hasta bien salida la luna celebrando un cumpleaños, que con los días acabaría por ser gitano.







miércoles, 17 de diciembre de 2014

Sarushima

Sarushima significa literalmente Isla de los Monos, y es un pequeño archipiélago (de aproximadamente 5 hectáreas) deshabitado y situado frente a las costas de Yokosuka, en la prefectura de Kanagawa. Tras ser usada con fines militares y de defensa en el pasado, después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en reserva marina y lugar de recreo, utilidad que se conserva en la actualidad.

Es un isla plagada de vegetación, y debido a sus numerosos acantilados,  sólo accesible en barco por la única playa que se encuentra en uno de sus costados. Lugar que no nos quedó más remedio que escoger para desembarcar allí la pasada semana. Porque allí acabamos unos cuantos amigos por la invitación que Joaquín nos hizo unos días antes. Una amiga suya organizaba una barbacoa multitudinaria, y nosotros nos acoplamos al abrigo del calor que el verano ya nos dejaba sentir tímidamente.

El plan era casi desconocido para nosotros. Pero resultó que era un grupo de amiguetes que todos los años organiza este evento. Unos 100 japoneses y los gaijines de la foto de arriba nos disponíamos a pasar un día de playa bueno; con barbacoa, cervezas y juegos varios incluidos. No sabíamos nada más, pero lo que teníamos claro es que estaría bien organizado, porque rara vez te encuentras aquí una fiesta así sin una organización medida al milímetro. Y en efecto, no nos equivocamos, aquello estaba montado como está mandado. Eso sí, la hora de beber cerveza estaba prevista a partir del mediodía, y por tutatis que hasta las 12:00:00 no nos dejaron abrir una lata..."porque aún no era la hora". Disciplina espartana en una reunión de amigos.



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lunes, 15 de diciembre de 2014

Macao, ciudad de casinos


Chinos y más chinos practican juegos de azar en cualquier parte del planeta. Seguro que todos podemos recordar una tragaperras de un bar cualquiera asaltada por un asiático que parece hipnotizado con sus luces y colores. Parece además que son los mejores y los que más ganan. Otra vez más que se ríen del mundo.

Entre los que gustan arriesgar su imperio y los que aman hacerse con dinero fácil, no parece raro que haya surgido un oasis como este para el juego. Aunque si algo curioso que sea en las puertas de un país que, por un lado, prohíbe con sus estrictas leyes este tipo de práctica y, por otro, promueve los megacasinos en esta región administrativa de China.

Dejando la más que probada hipocresía humana de lado, Macao estuvo bajo dominio portugués hasta 1999, y en la actualidad sigue conservando el idioma portugués, junto al chino, como lengua co-oficial. Además, aunque el gobierno es designado directamente por China, el sistema legal sigue las pautas de las leyes portuguesas, lo que convierte a la zona en un limbo jurídico difícilmente explicable.



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viernes, 12 de diciembre de 2014

Tailandia... País de la eterna sonrisa

Tras unos pequeños problemas y 11 horas después, llegamos  al aeropuerto de nombre impronunciable..."Suvarnabhumi" de Bangkok.
8´30 de la mañana, después de pasar inmigración, allí ya nos esperaba nuestro transporte y un calor intenso que superaba el 80 por ciento de humedad. Tras unos 45 minutos sorteando el horroroso tráfico llegábamos a Silom Road, dónde se encontraba nuestro hotel en una céntrica arteria de la capital. El contraste de la temperatura de la calle con la del lobby del hotel era exagerado, a los tailandeses les encanta el aire acondicionado, quien dispone de él..claro. Unas horas más tarde después de estar recuperados del jet lag, salimos del hotel. El calor y la humedad nos golpeó en la cara..Miramos hacia la derecha y la izquierda, decidimos dirigirnos hacía Lumphini Park, uno de los grandes pulmones de Bankok. Mientras paseabamos, éramos los blancos decenas de tailandeses intentando llamarnos la atención para ofrecernos todo tipo de cosas, desde taxi, tuk tuk, masajes, trajes a medida y otra clase de favores dada la cercanía del barrio rojo. Comprobamos in situ la actividad más conocida mundialmente, popular y peligrosa de Bangkok. Cruzar por un paso de cebra.


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