viernes, 1 de agosto de 2014

De XingPing a YangDi, del paso del tiempo y disfrutar el camino

Son tiempos rápidos los de ahora.

Hoy lo pensaba mientras recordaba, como antítesis, mis pasos de ayer. Caminé durante 6 horas y apenas anduve 24 kilómetros. Mis pies llegaron doloridos, mis hombros cansados por la mochila y mi cara tostada por el sol. Anduvimos entre colinas, donde no se oía el ruido de los coches y apenas se veían otros peregrinos. Como perdidos en un mundo donde el tiempo no tenía ningún valor.

Tan sólo 40 minutos tras llegar al destino, y una llamada de 30 segundos, un coche ya había venido a recogernos desde una distancia de 50 kilómetros, devolviéndonos de golpe al mundo frenético en el que vivimos.

Y es que dicen que el tiempo es relativo y que lo importante es el camino, no la meta. Eso dicen.
Y pensando en la velocidad del mundo y la importancia del camino, y no de la meta, mi mente me ha llevado hasta China. Aquella China que visité tan rápido y que, a pesar de eso, me gustó tanto. A aquella ruta en aquel pueblecito donde la meta dejó de ser importante para hacernos ver que lo realmente importante era el camino. Donde el tiempo (o su falta) volvió a ser el protagonista. Donde nos olvidamos de nuestra meta, el pueblecito de YangDi, porque lo que nos dio felicidad sucedió en el camino.


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