viernes, 8 de agosto de 2014

Dejarlo todo y llegar a Bangkok

Nadie dijo que dejarlo todo fuese fácil. Irse suena bien, dejarlo TODO parece la parte complicada. Y es que la sensación de recogimiento interior cuando llega la hora de decir adiós es más intensa de lo que yo podía llegar a pensar. Treintaycuatro horas después (llenas de transportes, esperas y nervios) llegas a Bangkok, una ciudad tan inmensa que, de tenerlas apaciguadas, activa tus dudas, miedos y demás agonías en un solo vistazo. Una sensación que, por suerte, sólo dura hasta el momento en el que duermes las horas retrasadas.

Así fue cómo realmente ocurrió: Dejarlo todo y llegar a Bangkok.

El corazón palpita más rápido que nunca cuando tomas el primer vehículo que te acercará a tu próximo destino. Es el primer momento donde surgen las dudas ¿lo estaré haciendo bien? ¿estaré haciendo lo correcto? Preguntas y nervios que crecen al tomar el segundo transporte ¿cómo será todo a mi vuelta? El cansancio, la llegada de la noche y la espera del aeropuerto calman los nervios. Al fin y al cabo, un viaje no es para tanto. Lo he hecho muchas otras veces. Vuelas por fin . ¿Y si el transbordo en Estocolmo no resulta bien? ¿Y si me ponen pegas? Entonces llega el vuelo de casi 11 horas. El sueño gana, al fin, la partida y caes rendida ocultando tus ojos tras un antifaz. Un sonido de cabina, es el piloto, que dice que una horita estamos allá. ¡En Bangkok! ¿y si tengo problemas con el pasaporte? ¿o con el visado? ¿y si no me entiendo? ¡Quizás no sé ni llegar al hostel! ¿Y mi inglés? ¿Dónde queda mi inglés?


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