lunes, 29 de diciembre de 2014

Cartas desde Tailandia

Hace tan sólo seis días que llegué al aeropuerto de Phuket directamente desde Tokio, pero parece que la densidad con la que estoy viviendo este viaje no me ha dado un respiro hasta este mismo instante. Ahora, tumbado en mi cama improvisada en el pequeño pueblo de Khao Lak, con música tranquila de fondo, parece que se antoja hasta sencillo hacer balance de estos primeros momentos de aventura. Estos parones son vitales para fortalecer la marcha.

Aunque mi viaje estaba diseñado en solitario en sus comienzos, la realidad se encargó de recordarme por mensaje que los planes están para cambiarlos, y que los giros en ruta son de un vértigo que encandila. En la increíble casa del Tío Gurdi me he sentido como en la mía propia, compartiendo momentos y vidas nuevas con gente variopinta que te obliga a desenfocar tus puntos de vista para adaptarlos a la luz con las que ellos enfocan los suyos. Nunca dejes de conocer a personas que piensan diferente, tienen mucho más que mostrarte que las que te dan la razón sin cuestionarte.

Total que estos días pasaron muy a gustico entre baños, playas, cervezas, comida tailandesa y salidas nocturnas que se hacían de día sin que pudiéramos hacer nada por evitarlo. Viajar así; despacico, hace que entres en un estado de relajación en el que las cosas normales poco importan, y la preocupación más importante del día suele ser la terrible decisión sobre dónde se cena esta noche. Por cierto que hoy aún no lo tenemos claro, y ya son las tres y sereno. Hay que ponerse las pilas señora.



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